El look industrial aparece de la mano de las viviendas tipo loft, en la Nueva York de mediados del siglo XX.
Se trataba de fabricas o almacenes abandonados transformados en espacios residenciales, totalmente (o casi) diáfanos, con techos muy altos y grandes ventanales.
Desnudar la estructura de un espacio es un rasgo fundamental de este estilo. Paredes de ladrillo, tuberías vistas, vigas en el techo, columnas de hierro u hormigón.
Hormigón, hierro, cuero, madera sin tratar… Sin ellos, es difícil de entender el estilo industrial. Todos ellos materiales habituales de las construcciones fabriles de las que bebe este estilo.
En el estilo industrial se prioriza el acabado natural de la madera, en su matiz más “bruto” y original.
Para lograr un look industrial, el negro no puede faltar. Las sillas Tolix de la imagen, las mesas con sobre de madera y patas de hierro, los sofás chéster tapizados de cuero, las mesas de centro con ruedas metálicas son piezas icónicas del estilo.
El estilo industrial también se nutre de la reutilización y transformación de objetos y muebles en desuso para darles una nueva utilidad.